La mayoría de las noticias que genera nuestra Asociación y que luego publicamos aquí, suelen anunciar conciertos, giras u otros actos públicos. Sin embargo, en esta ocasión estamos aquí para contar una novedosa experiencia para nosotros, recién iniciada el pasado 30 de abril y que se prolongará a lo largo de las próximas semanas, ocupándonos varias horas las mañanas de los sábados.
No serán conciertos en serie, ni actividades promocionales, ni siquiera actuaciones remuneradas. No congregaremos público alguno, ni concitaremos el interés de casi nadie. Cantaremos, eso sí, pero sin ser escuchados por ahora. Serán melodías de ida, sin aplauso de vuelta. Esta vez los acordes de nuestras canciones no fluirán por el patio de butacas sino que serán engullidos por media docena de inmisericordes micrófonos y el eco sobrante morirá en paredes de corcho y paneles de fibra. En cambio, relajaremos tensión entre canciones, habrá agua o infusiones, corregiremos errores y podremos repasar furtivamente el maldito compás veintiuno o aquella disonancia del treintaicinco que nos martiriza.
A estas alturas habrán adivinado que la novedosa experiencia anunciada arriba es en realidad el traslado temporal de nuestro hábitat musical a un estudio de grabación, es llamar sesiones a lo que conocíamos por ensayos, es cantar entre cables, auriculares, filtros y regletas, es cambiar un auditorio por una sala acolchada y a su indulgente público por un exigente técnico de sonido que te vigila por circuito cerrado para luego ser tu mejor aliado.
Acabamos de vivir la primera entrega pero el resto promete. Seguiremos informando.
Ahora… ¡Silencio!, se graba.